Ampliarmos o Estatuto de Galicia

Existe un acordo unánime entre as tres forzas do Parlamento de Galicia (PSdeG, BNG e PPdeG) para esixir do Poder Central a transferencia das competencias na xestión do litoral. Galicia sofre dunha lexislación de costas e dunha praxe administrativa totalmente desaqueladas a respecto das nosas necesidades. Galicia ten moitos núcleos de poboación e actividades produtivas no dominio público marítimo-terrestre e a esquerda española, que só coñece o modelo mediterráneo, non entende a importancia destas nosas especificades.
Porén, Pedro Sánchez vén de rexeitar as febles reivindicacións que lle expresou Alfonso Rueda neste senso na súa recente xuntanza. Segundo o madrileño, Galicia ten de reformar o seu Estatuto para se atribuír estas competencias, como fixeron Catalunya, Andalucía ou, moi recentemente, as illas Canarias. Mais o certo é que o Estado podería transferir estas competencias a medio dunha lei orgánica ao abeiro do artigo 150.2 da Constitución, que autoriza empregar esta ferramenta no caso de competencias susceptíbeis, pola súa propia natureza, desta transferencia. Así se fixo no seu día para ampliar os teitos competenciais do País Valencià e das propias Canarias ou para lle atribuír a Galicia competencia en policía de espectáculos.
Galicia precisa dun Estatuto de Nación que nos garanta un amplo teito competencial blindado, un financiamento abondo e acaído e un status xurídico de igualdade entre o galego e o castelán. Mais o PPdeG non partilla este obxectivo. Por outra banda, a evolución do sistema xurídico-politico español amosou a súa faciana máis recentralizadora coa implícita mutación do dereito das nacionalidades á autonomía, que o Tribunal Constitucional considerou limitado de vez pola posibilidade do Poder Central de cesar Gobernos e disolver Parlamentos a medio do artigo 155 da Constitución.
Mais o mellor ás veces dificulta acadarmos o menos malo. Cómpre facermos da necesidade virtude e propor un acordo de País para ampliarmos o Estatuto de Galicia nas cuestións que poderían xerar a unanimidade parlamentaria. Estas cuestións serían de ampliación competencial (xestión do litoral, salvamento marítimo, réxime local, tráfico e seguridade viaria, as autoestradas AP-9 e AP-53, os ferrocarrís de proximidade e media distancia, mantemento da rede estatal de estradas…) e de regulación estatutaria tanto de institucións como o Valedor do Pobo, os Consellos de Contas, Consultivo e Económico-Social como dos principios comúns ás Administracións autonómica e locais: legalidade, eficacia, economía, eficiencia, boa fe, confianza recíproca. Cumpriría tamén incorporarmos os dereitos sociais e económicos de terceira xeración: saúde, protección social e ambiental, igualdade…
Saberá o PPdeG estar á altura deste repto?

Lawfare

Josep Pagès, miembro de la Sindicatura Electoral con ocasión del plebiscito del 1-O de 2017, definió muy bien hace unos días en ElNacional.cat una de las características esenciales del lawfare: “Nos mantienen en un estado de inseguridad jurídica para inmovilizarnos”. Valoraba así la sentencia de la Audiencia de Barcelona que anuló la de un juzgado de lo penal que previamente había absuelto de los delitos objeto de acusación a los cinco miembros de dicha sindicatura, por considerar que la sentencia absolutoria había valorado la prueba practicada de modo ilógico y arbitrario. Y es que anular una absolución porque la valoración de la prueba es ilógica o arbitraria es un pronunciamiento muy inusual en el estado de derecho, que veta que el tribunal de apelación penal condene donde el tribunal de instancia, valorando las pruebas directamente in situ, no lo hizo.
Pero la dinámica del lawfare es la de la desviación de poder: se sirve del procedimiento judicial para inmovilizar, castigar, reprimir, dividir. Se retuercen los argumentos jurídicos para que la aplicación de la ley sirva a dichos fines. Se trata desigualmente al considerado enemigo político (en este caso el independentismo catalán) y, en muchas ocasiones, se pretende exportar esta (i)lógica, este degenerado marco mental, a los propios adversarios políticos, para que cometan el error de mirar para el dedo y no para la luna.
En el caso de la presidenta del Parlament, Laura Borràs, se dan todas estas circunstancias. El magistrado instructor del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) ha abierto juicio oral contra ella por los supuestos delitos continuados de falsedad documental (en documentos mercantiles asimilados por destino a documentos públicos) y prevaricación administrativa. Dicho auto no es susceptible de recurso ordinario (en cuanto al efecto de la propia apertura de juicio). El artículo 25.4 del reglamento del Parlament dispone la suspensión del diputado por la mesa en caso de la existencia de un auto de apertura de juicio oral por delito de corrupción, previéndose la posibilidad de requerir de la Comisión del Estatuto del Diputado un dictamen en caso de duda sobre el tipo de delito.
¿Constituyen la falsedad documental y la prevaricación administrativa delitos vinculados a la corrupción en el sentido de dicho precepto reglamentario? El Código Penal no define los delitos de corrupción. La Convención de las Naciones Unidas contra la corrupción, vigente desde diciembre de 2005, considera como tales el soborno, el tráfico de influencias, el enriquecimiento injusto, la malversación o el blanqueo de capitales generados por dichos delitos. En lo que se pudiere referir a la prevaricación administrativa, su artículo 19 solo considera delito de corrupción el abuso de funciones para la obtención de un beneficio propio o de tercera persona.
En el caso de Laura Borràs existe una única acusación, que ya ha generado la apertura de juicio oral por un delito continuado de prevaricación administrativa, en el que no se ha apreciado ni beneficio propio ni beneficio de tercero, razón por la que no se exige de la persona acusada ninguna indemnización ni reparación civil. Por ello, de acuerdo con la citada Convención, no existe delito de corrupción. Y esta ausencia de definición habría de suponer garantía adicional respecto de su suspensión o no suspensión, en cuanto los derechos fundamentales de la persona (entre ellos el de mantenerse en los cargos públicos para los que ha sido elegida, reconocido en el art. 23.2 de la Constitución) han de interpretarse conforme a los tratados internacionales suscritos por el estado español.
En un análisis más completo de las circunstancias referidas en el escrito de acusación del ministerio fiscal, no es dable concluir sin más la existencia de una fragmentación de contratos administrativos donde debería haber un único proceso de contratación y licitación pública, ya que los diversos contratos de servicios informáticos presentaban una propia definición y autonomía. Pero en cualquier caso, la fragmentación de contratos afectaría al ámbito de la validez de la contratación administrativa, al ámbito del derecho administrativo y no del derecho penal. Y si lo consideramos desde el punto de vista del profesional beneficiado por los distintos contratos, nadie duda de que los mismos fueron cumplidos en beneficio del interés público ni nadie acusa de sobreprecios. En estas circunstancias (precio normal y adecuado cumplimiento contractual) cualquier persona experta en contratación administrativa sabe que la regulación de un hipotético concurso público abierto a todos los licitadores que valorase adecuadamente las características técnicas del servicio no debería perjudicar ni excluir al profesional que cumplía bien, conocía los servicios demandados y cobraba a mercado.
En estas circunstancias, valorar como delitos de corrupción aquellos por los que está siendo acusada Laura Borràs ante el TSJC alimenta la lógica del lawfare, refuerza la aplicación del derecho penal del enemigo y, fundamentalmente, supone por parte de ERC y de la CUP (la dinámica de los partidos unionistas es hacer todo el daño posible) asumir el marco mental impuesto desde Madrid.
Hace unos días la encuesta de Electomanía arrojó una sustancial progresión de los partidarios de la independencia de Catalunya (49,7% vs. 45,3% y un 5% de indecisos), duplicando los partidarios del derecho a decidir del país a sus detractores. Es muy posible que esta dinámica del lawfare esté generando más independentistas, aunque la fragmentación partidaria y la lógica represiva generen desafección y desmovilización. En cualquier caso, parece muy difícil que el acuerdo de la mesa del Parlament que suspenda en sus derechos a la presidenta Laura Borràs no afecte de algún modo a la estabilidad del actual Govern ni produzca efectos varios y potencialmente considerables tanto en las bases independentistas como incluso en parte sustancial del cuerpo electoral.

Fomos ficando sós

Estes últimos días Galicia coñeceu unha das peores vagas de lumes da súa historia e, desde logo, a peor desde a sofrida a mediados de outubro de 2017 nas bisbarras de Vigo, Condado e Carballiño. Nunha única semana as hectáreas queimadas sobardaron as 30.000 (máis de 10.000 no Courel, máis de 10.000 en Valdeorras e case 6.000 no parque natural do Invernadeiro, no macizo central ourensán). Ardeu, xa que logo, un terzo máis que todo o queimado ao longo do cuadrienio 2018-2021.
A responsabilidade da Xunta de Galicia presidida por Alfonso Rueda é evidente, como o foi tamén a da Xunta presidida por Núñez Feijóo naquel outubro de 2017. Daquela, moitas das brigadas de extinción non estaban xa operativas por considerar, desaqueladamente, xa pechada a tempada de lumes. Neste 2022 a vaga comezou a mediados de xullo e bateu contra un sistema de extinción con poucos recursos mobilizados. Voceiros da veciñanza do Courel denunciaban que en todo o distrito forestal que abrangue O Courel, Terra de Lemos e Quiroga non existía ningunha brigada municipal de extinción funcionando antes do 15 de xullo e que aínda estaba previsto comezasen a traballar xusto na pasada fin de semana do Carme. As mesmas fontes denunciaban que noutros anos era normal que en xuño as devanditas brigadas xa estivesen operativas.
Foron os poucos brigadistas operativos, bombeiros voluntarios chegados doutros lugares de Galicia e máis a propia veciñanza as persoas que salvaron as aldeas, mesmo ás veces contrariando unhas ordes de desaloxo que, como pouco moitos, alcuman de temperás de máis. Porque na dinámica dos lumes de Valdeorras e o Courel salváronse as aldeas e casas que foron defendidas pola propia veciñanza. Ao tempo, a experiencia amosou tamén que os soutos de castiñeiros e as terras adicadas ao uso agrícola contribuíron a frear o lume, fronte aos pirófitos piñeirais.
Dende diversos sectores do PP rural reclámase sotto voce a remuda do conselleiro de Medio Rural e máis do Director Xeral de Defensa do Monte. Xa que logo, o Presidente Rueda habería comprender que os erros e neglixencias deste Goberno apúntanse xa no seu balance e non no dun Núñez Feijóo que os nomeou e que xa está atento a escenarios moi afastados do noso País.
De calquera xeito, malia a ineficacia amosada pola Xunta nas tarefas de extinción (probabelmente tanto pola insuficiencia xa relatada de medios como polas desaqueladas decisións da cadea de mando), as ensinanzas aprendidas esixen pór en valor a prevención. Porque son a reagrarización e reforestación con especies autóctonas e máis a repoboación e posta en valor do medio rural os principais alicerces dunha necesaria prevención na que, por certo, o sector beneficiario da extinción insiste moi pouco.

A importancia do autoaprezo

O PP de Baiona vén de amosar o seu rexeitamento á actuación de Quico Cadaval en galego facendo parte do programa cultural de verán do concello onde chegou no 1493 a nova do descubrimento de América. De primeiras os populares miñoráns mesmo alcumaron o galego de dialecto (despois rectificarían diante da enxurrada de críticas recibidas), considerando que a nosa lingua é axeitada para outras épocas do ano, mais non para o verán porque -disque- hai moitas segundas residencias na área ocupadas por persoas do resto do Estado.
Quico Cadaval é un artista monolingüe en galego nas súas actuacións na Galicia. Baiona é un concello de Galicia e o galego é a lingua propia do mesmo, como tamén do País todo. Moitas persoas galegas, portuguesas ou doutros Estados, residen en Baiona na época das ferias estivais. Canto ás persoas do resto do Estado que residen nesta época do ano, suponse que están vencelladas á vila e ao concello por vínculos de empatía e afección. É dicir, residen recorrentemente en Baiona todos os veráns porque gostan da contorna, da paisaxe e do clima. Porque gostan da xente de Baiona e da súa gastronomía. Porque gostan da nosa cultura, o que supón gostar (ou polo menos respectar) a nosa lingua. Unha lingua que, ademais, é medianamente comprensíbel para calquera persoa castelanfalante.
O turismo é unha actividade económica fulcral na economía galega, de Baiona e de toda a bisbarra miñorá. Mais Baiona non é un parque temático. O turismo intégrase aquí a medio de políticas que poñen en valor os seus recursos ambientais, paisaxísticos e culturais. Quen adoita residir en Baiona nos veráns entende e valora a nosa lingua e a nosa cultura, como o facía Gonzalo Torrente Ballester parolando nos seus faladoiros de mañá con Carlos Casares ou con D. Paco Fernández del Riego.
A actitude do PP de Baiona ten, na nosa lingua, un rechamante adxectivo que a cualifica. Eu sonlles máis de suxeito, verbo e predicado que de adxectivos e velaí que me limite a dicir que unha tal actitude proxecta un grandísimo complexo de inferioridade e unha moi potente falla de autoaprezo. Porque co galego estamos no mundo. Co galego somos quen a describir calquera proceso ou concepto científico ou técnico e a crear calquera produto cultural.
Ocorre que o PP, deste xeito, despreza centos de milleiros dos seus electores que naceron e se desenvolveron en galego. Despreza o ADN da galeguidade que disque reivindican. Desprezan, como ben cantou Celso Emilio Ferreiro, a fala nai, a fala dos avós que temos mortos.

Enerxía, alimentos e loxística

A grande suba do custo da enerxía e combustíbeis e máis a incapacidade da oferta industrial para satisfacer a demanda post covid-19 obriga á planificación pública a un grande esforzo cara á reindustrialización e reagrarización europea. Os dados amosan unha ruptura das cadeas globais de subministración e a necesidade de que estas sexan máis curtas e resilientes, o que de seguro se vai traducir nun incremento sostido dos custos. Velaí a necesidade de que o noso País, Galicia, mellore a súa autonomía enerxética, alimentaria e loxística para se adaptar nas mellores circunstancias á fonda remuda da economía internacional que comezamos a albiscar.
As enerxías renovábeis achegan case o 90% das necesidades enerxéticas de Galicia, que exporta máis dun terzo da súa produción enerxética global sen obter ningunha contraprestación. Os case sete millóns de madrileños non producen enerxía e viven da que nós e algún outro territorio producimos. O sistema eléctrico español baséase no caro e ineficiente transporte. Neste contexto, os esforzos do Goberno, forzas políticas e sociedade civil galega haberían orientarse a políticas globais de descentralización do consumo e achegamento do consumo á produción, ao tempo que esixir un pacto de Estado que lle garanta a Galicia retornos axeitados ao seu esforzo económico e ambiental de producir enerxía.
Da autonomía alimentaria estamos moi lonxe. Como nos aprende o economista galego Marcelino Fernández Mallo, só destinamos o 3,9% da nosa superficie á produción de alimentos fronte ao 25,6% estatal. Adicamos un 23,5% á produción animal (prados, pastos e forraxe) e case o 40% a eucalipto e matogueira. Mais, agás supostos territoriais localizados ou casos evidentes de mala xestión, seguimos dispondo de auga abonda, polo menos comparativamente con outros países. É urxente, pois, un pacto de País para deseucaliptizar esas superficies substraídas aos usos agrarios, para desenvolver políticas de reagrarización que incrementen substancialmente a nosa produción de cereais, froitas, verduras, legumes, vides e oliveiras. O que lle vai dar pulo, como explica Fernández Mallo, a un substancial incremento das industrias agroalimentarias.
E tamén é evidente a necesidade de orientar as nosas estruturas portuarias, ferrroviarias e de refino petroleiro e regasificación para o beneficio das empresas galegas, no canto de servir aos intereses das grandes empresas españolas.
Estes tres retos esixen amplos acordos de País para definir potentes e sostidas políticas de noso e moito máis autogoberno. Precisamos máis soberanía para rachar a especialización postcolonial que as elites españolas nos impoñen no prexuízo do noso propio desenvolvemento económico e do benestar da nosa cidadanía.

Homenaxe nacional a González Mariñas

Pablo González Mariñas é unha personalidade senlleira na historia política contemporánea de Galicia. Deputado entre 1981 e 1990, voceiro parlamentario de Coalición Galega (1983-1986) e secretario xeral do PNG-PG (1987-1990), foi actor moi relevante da moción de censura de setembro de 1987 e no goberno tripartito (PSdeG-CG-PNG) que se constituíu de seguido foi conselleiro da Presidencia e voceiro do Goberno. Na súa gobernanza priorizou a construción nacional e institucional deste país, promovendo a lei de coordinación das Deputacións (co seu horizonte posto na provincia única para Galicia) que logo conxelou Fraga Iribarne no 1990.
Creou tamén a Escola Galega da Administracion Pública para garantir un emprego público eficaz, moderno e formado desde criterios de país e autogoberno e foi o autor da lei da función pública de 1988, que estableceu regras claras para a construción da Administración Pública galega, rachando coa improvisación e parcialidade dos gobernos de Fernández Albor. Deulle un pulo fulcral ao deseño normativo da Valedoría do Pobo e do Consello de Contas. Promoveu tamén a creación da Policía Autonómica, mais o ferreño neocentralismo do PSOE e PP estatais e a frialdade dos socialistas galegos freou esta iniciativa. As mesmas forzas que conxelaron a Policía de Galicia e frearon a iniciativa da trasferencia de tráfico do vicepresidente Anxo Quintana no 2009-2010.
González Mariñas combinou o nacionalismo político do PG republicano, no que militara o seu tío Jenaro Marinhas del Valle, cunha modernidade de estilo e mensaxe e unha grande capacidade de empatía negociadora, e decatouse axiña de que o galeguismo non podía ficar ausente da tarefa de encher de contido o autogoberno e as institucións autonómicas a medio do desenvolvemento do Estatuto. Un desenvolvemento estatutario ao que lle dedicou moitos esforzos entre 2005 e 2009, cando volveu ser deputado (esta vez polo BNG atendendo o convite que lle fixo entón Anxo Quintana) e traballou de xeito teimudo por un novo Estatuto de Nación, frustrado pola defección do PP dun Núñez Feijóo que amosaba xa que o seu principal obxectivo non era Galicia senón facer carreira en Madrid.
Para Mariñas Galicia é a medida das cousas e o referente da súa cosmovisión. E, como moitos outros patriotas, sacrificou un despexado futuro político para ficar sempre no ámbito do galeguismo político, refugando os cantos de serea dos partidos estatais á esquerda e á dereita.
Velaí, canda o seu contributo como xurista, universitario e autor literario, as razóns polas que desde a sociedade civil se lle fará este venres 8-X unha merecida homenaxe. Porque as nacións que basean a xeito a súa convivencia e acreditan no seu futuro saben recoñecer os seus construtores.